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Totus Revolutum

M...

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Caminaba por la acera, disfrutando del suave viento que traía ese olor de siempre. Los gritos de los dueños de los bares llegaban, joviales, desde las esquinas. Levanté la barbilla, dejando que el sol acariciase mi rostro. Corrí entre calles, las viejas fachadas guiaban mis pasos. Dejándome llevar por el olor de la sal, llegué a aquella familiar balaustrada. Parecía recibirme con los brazos abiertos, aún sin apenas conocerme. Me apoyé con las dos manos, y, levantando los pies del suelo, me balanceé suavemente, cerrando los ojos al sol y abriendo los oídos al murmullo del mar.

-Hola.

-¡Oh! ¡Qué susto me has dado!...Hola...¿Cómo te llamas?- Me giré para ver el alegre rostro de una sonriente niña, más o menos de mi edad. Sus oscuros rizos se desordenaban al viento, dando movimiento a la sencilla alegría de sus ojos, morenos, dulces, brillantes, profundos como el mar, rodeados de pequeñas pecas, más oscuras aún que su bronceada piel.

 Me dijo su nombre.- ¡Vaya, te llamas igual que yo!

-Qué coincidencia, ¿verdad?

Comenzamos a hablar, las cosas son así de sencillas cuando eres un niño y no tienes esa clase de prejuicios que te hacen desconfiar de otros a los que no conoces. Caminamos por la playa, corrimos por la orilla, nos sentamos en la arena...Me escuchaba con ojos brillantes, seria, pero sonriéndome con la mirada en una mezcla de cariño, complicidad y sabiduría que no logré descifrar. Dejaba adivinar una fuerza ante la vida que cualquier hombre poderoso hubiera deseado poseer, no parecía temerle a nada, el mundo se hacía pequeño a sus pies, aún así, al mismo tiempo, en su interior ella era pequeña, tenía que luchar para conseguir lo que quería, y, por lo que parecía, estaba dispuesta a hacerlo, siempre con una sonrisa en los labios.

 La tarde había pasado entre risas y confidencias. Y entonces se me ocurrió;

-Oye, ¿dónde vives, yo sólo estoy de vacaciones, pero si tú vives cerca podríamos volver a vernos algún día, antes de que me vaya, claro.- Apoyé la barbilla en las palmas de mis manos, sonriendo, deseosa de volver a pasar tardes como aquella en compañía de mi nueva e inesperada amiga. La mirada de ella cambió, y miró al cielo. Al percatarse de la posición del sol pareció preocuparse por un instante, pero sólo por un instante, pues al siguiente ya volvía a mirarme con sus oscuros ojos, profundos y sonrientes.

-No puedo, además, me tengo que ir, ya es tarde, me estarán esperando, aún así, no me olvides, estaré aquí mismo, siempre.- Apuntó mi pecho con su moreno dedito y salió corriendo, levantando una nube de arena a su paso, seguida por la estela negra de sus rizos.

Nunca supe muy bien por qué, pero en ese momento comencé a sentirme segura, mecida por el viento, arrullada por la nana del mar, acariciada por la arena. El mar me sumergía suavemente en un maravilloso sueño del que jamás querría despertar.

1 comentario

AlaDelta_ -

Sólo puedo dar gracias a la vida por haberme dado un tesoro tan grande: TÚ.
Ella me dió a mí, y yo.. a tí. Somos su herencia.
Te quiero.